De momento iba por buen camino. Escribí relatos para la revista Alhucema de Albolote (Granada). Son ejemplos Un Requiem ruso, la Sinfonía número 2 "Dramática", Sinfonía número 5 "Renacentista" y La puertas de Caupolican. Las encontraréis en Sinfonía Andina y otras piezas musicales. En la revista Barcarola escribí El jarrón japonés y Regreso a Estigia que tuvieron buena aceptación. Los veréis en el volumen Contes del rocambolesc. En Poetes de l'Ebre seguía llevando mis poesías que en realidad parecían relatos en versos libres. Titulaba algunos como sinfonías por su estructura y trataban temas de ficción histórica, misterio y aventuras.
Sin embargo esta bonanza literaria se acabaría pronto. En Estímul, diari de La Canonja, el director se jubiló por enfermedad y dejó la revista al mando de unos niñatos que no sabían cómo iba el mundo periodístico. Digo niñatos porque para la edad que tenían pensaba como unos niños. No asumían responsabilidades. Uno quería ser ecologista y cambiar el mundo, otro deseaba cambiar el sistema, otro quería ser actor de teatro y se fue a estudiar a una escuela de arte dramático a Barcelona. Desconozco los caminos que merecieron las dos muchacha de la revista. No respondían a los correos electrónicos, eran maleducados y tampoco se ponían al teléfono. Solamente se podía hablar con el nuevo presidente del Orfeó Canongí, que en efecto la revista salía con retraso por problemas. Me asombraba el mutismo y secretismo que se hallaba entre los colaboradores para decir por qué la revista no iba por su camino adecuado. Quebró por el año 2012. Un hombre, el anterior director, que con menos medios, en la transición levantó una revista durante treinta años, la hundieron un grupo de niñatos en dos años. Se necesita valor para que ellos lo reconozcan.
En la revista La crida de Cambrils me publicaban los relatos con bastante intervalos de tiempo. Me esforzaba para que llegasen las entregas más rápidas pero no aparecían cuando era el momento. Después me enteré que el buen director se había jubilado y estaba como jefa, su mujer, una vieja sin sentimientos. Solamente se movía por el dinero y publicarían aquellos autores con dinero, es decir los que pagaban su espacio. Cambiaron el equipo y creo que un niñato le recomendó esa idea. Ahora la revista está irreconocible. Mi espacio es ocupado por concesionarios de coches que anuncian sus nuevos vehículos. Después de catorce años con ellos me condujeron a la puerta de salida.
Seguía en Les gralles de Valls pero mis relatos aparecían esporádicamente. Desde mi expulsión de las dos revistas anteriores me planteé el momento de reeditarlas en volúmenes y con el paso del tiempo encontré la Editorial Terra Ignota Ediciones, que se arriesgó a publicar mis relatos.
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