Cuando entré en la Universidad y empecé la carrera de Geografía e Historia, me presentaron en los pasillos, entre clase y clase, al director de una revista, Arrels, se publicaba en Amposta y sus alrededores. Allí me imprimieron con mi máxima alegría las primeras dos poesías firmadas con seudónimo. Se titulaban El cementerio abandonado y El vals. En la primera composición se me notaba el gusto por lo morboso y macabro. Sabéis que posteriormente me han publicado numerosos cuentos de terror. En la segunda poesía se notaba mis gustos por la música clásica. Siempre he admirado las composiciones de Vivaldi, Mozart, Beethoven, Brahms, Mahler y más compositores. Pero siempre he rechazado a los autores vanguardistas. Los respeto, pero sus obras no son adecuadas para mi acostumbrado oído. Mi libro Sinfonía andina y otras piezas musicales no se trata de una casualidad. Mis preferencias por la música clásica me obligaba a poner ciertos títulos de novelas, cuentos y poesías como piezas musical...
Comentarios
Publicar un comentario